Desde el año 2007, los beneficios que los autónomos declaran en el impuesto sobre la renta no han cesado de caer. En 2011, último dato publicado esta semana por Hacienda, el rendimiento medio declarado se situó en 9.685 euros, un 8,6% menos que un año atrás y un 28,3% por debajo de la cifra alcanzada antes de la crisis.

Se trata de un descenso sin precedentes y que los trabajadores por cuenta propia justifican por el deterioro de la economía. Sin embargo, esta estadística siempre provoca suspicacias dentro de la Agencia Tributaria y organizaciones como el Sindicato de Técnicos de Hacienda (Gestha) explican el bajo nivel de rendimientos declarados por el fraude fiscal. Los asalariados, en 2011, declararon de medida 19.262 euros al año, una cifra que duplica los beneficios que los autónomos presentaron ante el fisco. Nunca antes, la brecha entre los trabajadores con nómina y los pequeños empresarios había sido tan amplia. El 66% de los asalariados declaró ganar más de 12.000 euros anuales frente al 23% de los trabajadores por cuenta propia. Es lógico que el rendimiento de los autónomos que tributan en el IRPF por estimación directa sea inferior al de los asalariados. Los empleados por cuenta por cuenta propia pueden rebajar su factura tributaria con los gastos que asumen para la actividad de su negocio.

Además, mientras que los asalariados cuentan con posibilidades muy limitadas de sortear al fisco, sobre los autónomos suele recaer la ospecha de que no declaran todos sus beneficios. Sin embargo, resultan evidentes las consecuencias de la crisis sobre un colectivo que, como suelen recordar sus organizaciones, cuenta con una protección social muy inferior de la que gozan los asalariados. Y, en muchas ocasiones, los autónomos ponen en juego sus bienes personales para lograr la financiación necesaria para su negocio. En 2008, estaban inscritos en la Seguridad Social 3,38 millones de autónomos, una cifra que ha caído por debajo de los tres millones. La mayoría de trabajadores por cuenta propia tributan por el llamado método de estimación directa, es decir, su base liquidable en el impuesto se obtiene tras restar los ingresos obtenidos de los gastos deducibles. Es en este grupo donde el rendimiento medio más ha caído hasta situarse en 9.685 euros anuales.

Algo más de medio millar de autónomos tributa a través de los conocidos módulos, un sistema que permite ahorrar en burocracia. En este caso, la factura fiscal del autónomo se calcula a través de variables objetivas como el número de metros cuadrados del negocio, la plantilla de empleados o el consumo eléctrico. En función de estos parámetros, Hacienda fija un porcentaje de tributación. Si bien el régimen
de módulos implica un menor papeleo, también obliga a pagar impuestos con independencia de que un negocio presente o no beneficios. Ello explica que el rendimiento medio declarado de los moduleros varíe muy poco de un año a otro. En 2011, se situó en 10.762 euros, una cifra prácticamente idéntica al del ejercicio anterior.

La nueva ley contra el fraude fiscal que el Gobierno aprobó el año pasado dedica buena parte de su texto a extremar el control sobre los pequeños negocios. Así, se prohibió las compras en efectivo superiores a 2.500 euros, una medida que pretende combatir el tradicional “con IVA o sin IVA”, tan asentado en la economía española. Esta limitación también persigue dificultar el blanqueo de capitales a través de compras en efectivo.

Además, la nueva normativa institucionalizó la figura del chivato fiscal, de tal forma que si una de las partes que ha participado en una operación en efectivo superior a 2.500 euros informa a la Agencia Tributaria quedará exonerado de cualquier sanción. Por otro lado, la legislación también vetó el acceso al régimen de módulos para los empresarios que facturan más del 50% de sus operaciones a otras empresas. El objetivo último de esta medida es luchar contra la emisión de facturas falsas, una práctica que permite engrosar el capítulo de gastos y rebajar la factura tributaria.

 

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fuente: Cinco Días